María Robles consumo de alcohol

El alcohol es la sustancia tóxica más consumida en España y en el mundo

El alcohol es la causa de más de 60 enfermedades y lesiones entre las que destacan cáncer, enfermedades cardiovasculares, cirrosis hepática, pancreatitis o patologías neuropsiquiátricas. El consumo está relacionado con el 10% de todos los cánceres en los hombres y con el 3% en las mujeres, en algunos de los países europeos.

El riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el alcohol está relacionado con el volumen consumido y con el patrón de consumo. De la misma manera, el riesgo a desarrollar dependencia alcohólica tiene relación con el incremento de la ingesta media diaria y la frecuencia relativa del consumo excesivo.

Además del daño que el alcohol causa al bebedor, el consumo y la dependencia del mismo tienen consecuencias sociales negativas sobre su familia, amigos y compañeros de trabajo.

El consumo y las intoxicaciones etílicas deterioran las relaciones familiares y pueden afectar a las capacidades para cuidar correctamente a los hijos, además de disminuir el rendimiento laboral y causar la pérdida del empleo.

El consumo de alcohol puede perjudicar a otras personas de manera indirecta, como es el caso de las víctimas de los accidentes de tráfico o las víctimas de actos violentos en los que el alcohol sea el principal factor contribuidor.

Un tercio de las muertes por accidente de tráfico en Europa, unas 17.000 personas, son causadas por conductores cuyas concentraciones en sangre son superiores al límite legal.

En España, el consumo de alcohol está muy aceptado por la sociedad y en muchos casos no se concibe como algo patológico ya que no hay la necesidad de consumir diariamente.

Prevalencia de consumo de bebidas alcohólicas

El trastorno por consumo de alcohol es un trastorno mundial con un enorme coste para la sociedad. Según el último informe mundial sobre alcohol y salud publicado por la Organización Mundial de la Salud (WHO, 2018), en 2018 el alcohol causó el 5,1% de la discapacidad mundial. En Estados Unidos, más del 20% de los ingresos hospitalarios se deben a complicaciones médicas derivadas del consumo excesivo de alcohol (Diamond, 1994) y el coste socioeconómico anual del alcoholismo supera los 200.000 millones de dólares.

En Barcelona, y según el informe Prevención Comunitaria del Consumo de Alcohol en Personas Adultas en Barcelona –publicado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB, 2020)-, la prevalencia en el consumo de alcohol es más elevado en hombres (8,6%) que en mujeres (4,1) (ASPB, 2020).

Las personas jóvenes, especialmente entre los 15 y 24 años, son las que realizan un consumo de riesgo con más frecuencia (hombres 16,1% y mujeres 10,7%) (ASPB, 2020).  Según datos de este mismo informe, el alcohol es la principal sustancia por la que se solicita tratamiento en Barcelona -42,3% en hombres y 50,8% en mujeres en 2019- (ASPB, 2020), causando gran impacto en la salud pública de la ciudad.

Las personas con trastorno por consumo de alcohol necesitan ser atendidas por personal médico que les ofrezcan tratamiento para disminuir el consumo de alcohol por debajo de los niveles de riesgo, o bien, el cese total de consumo. El tratamiento para dejar de consumir puede basarse en:

¿Cómo funciona el alcohol en nuestro cuerpo?

El alcohol se distribuye por todo el cuerpo a los pocos minutos de beber. Casi todo el alcohol se metaboliza en el hígado, donde el alcohol se convierte en acetaldehído que, a su vez, es metabolizado en acetato. La acumulación excesiva de acetaldehído provoca el «alcoholismo».

El alcohol también alcanza fácilmente al riego sanguíneo del cerebro. En las personas no alcohólicas, la intoxicación se produce a partir de niveles de alcohol en sangre de 50 a 150 mg por dl. Concentraciones de alcohol en sangre de 500 mg por dl pueden ser mortales, ya que producen depresión respiratoria e hipotensión. Las personas con alcoholismo son más resistentes a la intoxicación por alcohol que las personas no alcohólicas (Diamond, 1994).

Los efectos del abuso del alcohol suelen manifestarse en euforia y pérdida de inhibiciones sociales, pero, a veces, las personas intoxicadas pueden mostrarse sombrías y beligerantes. Con concentraciones de etanol en sangre más elevadas, la función de coordinación de movimientos del cerebro y de equilibrio y control espacial se deterioran, y puede sobrevenir el letargo. Los «desmayos» alcohólicos pueden producirse durante el consumo excesivo de alcohol y se caracterizan por horas de amnesia mientras se está despierto. El recuerdo inmediato y la memoria a largo plazo son normales, pero los nuevos acontecimientos se olvidan, como en los pacientes con amnesia global transitoria.

¿Qué efectos produce el alcohol a corto y a largo plazo?

El consumo abusivo causa problemas de salud a corto y a largo plazo: cáncer de garganta, de pecho, problemas hepáticos, muerte prematura, insuficiencia cardíaca, inflamación del páncreas, del estómago, malnutrición, temblores, úlceras, hormigueo en los dedos de los pies, resfriados frecuentes, poca resistencia a las infecciones y problemas sexuales en los hombres (ASPB, 2020).

Trastornos en el estómago, intestino e hígado

El consumo de grandes cantidades de bebidas alcohólicas provoca alteraciones en la absorción de los nutrientes en el intestino delgado, incluidas varias vitaminas, por lo que es habitual que la persona alcohólica sufra de malnutrición (Bode, 2003). El alcohol inhibe la absorción de sodio y agua, lo que contribuye a desarrollar diarrea y a sufrir molestias estomacales. En alcohólicos crónicos con cirrosis y/o pancreatitis, se evidencian alteraciones en la digestión y mala absorción de hidratos de carbono, lípidos, proteínas y vitaminas.

El alcohol incide significativamente en el sistema inmunitario de la mucosa del intestino, incrementando su permeabilidad a las toxinas y afecta gravemente al cerebro.

El consumo excesivo puede provocar lesiones y hemorragias en la mucosa del intestino, disminuyendo su capacidad inmune y originando infecciones. La permeabilidad de la mucosa intestinal aumenta con el consumo de alcohol y, por tanto, facilita el desplazamiento de toxinas bacterianas a la sangre, con lo que el hígado se ve expuesto a estas toxinas y al riesgo de lesión hepática. La metabolización que nuestro intestino hace del alcohol tiene como consecuencia la acumulación de acetaldehído tóxico en el colon, un factor causante del cáncer colorrectal (Bode, 2003).

Trastornos neurológicos

Algunos trastornos neurológicos relacionados con el alcoholismo se deben principalmente a una nutrición inadecuada (la deficiencia de tiamina causa encefalopatía de Wernicke-Korsakoff que se caracteriza por la ataxia – descoordinación en los movimientos, en la visión y confusión general-), pero otros trastornos neurológicos son consecuencia de la neurotoxicidad que provoca el alcohol en el cerebro (síndrome de abstinencia del alcohol y demencia) y en los nervios periféricos (neuropatía alcohólica -disminución del funcionamiento de los nervios- y miopatía -debilidad, dolor y atrofia de la musculatura-).

La neuropatía alcohólica es la complicación neurológica más común en el trastorno por consumo de alcohol. Los pacientes informan de parestesias (sensación anormal que se siente en el cuerpo debito a la compresión de algunos nervios), dolor y debilidad, especialmente en los pies.

La demencia alcohólica se caracteriza porque el paciente sufre déficits cognitivos y de memoria debido al efecto neurotóxico directo del etanol en el cerebro.

El síndrome de abstinencia se caracteriza por la aparición de temblores, percepciones desordenadas, convulsiones y por delirium tremens. Estas reacciones parecen deberse a mecanismos neuronales de adaptación cuando ya no deben oponerse a los efectos depresivos del etanol (Diamond, 1994).

El temblor es un síntoma común que comienza de seis a ocho horas después de la última bebida y que empeora en uno o dos días. El tratamiento con fármacos y con efecto calmante resultan eficaces.  También pueden producirse trastornos de la percepción – las experiencias visuales, auditivas y sensoriales se distorsionan y malinterpretan- a las 24 ó 36 horas y desaparecen en pocos días. Pesadillas que irrumpen el sueño y alucinaciones auditivas pueden persistir durante semanas.

La agitación, la confusión global, el insomnio, las alucinaciones aterradoras y la hiperactividad simpática (elevación de la frecuencia cardiaca, presión arterial, frecuencia respiratoria, temperatura y sudoración) caracterizan el delirium tremens. Estos signos alarmantes se desarrollan varios días después de la aparición de los temblores y la excitabilidad generalizada. Se trata de un trastorno grave y las anormalidades electrolíticas asociadas, como la hipertermia (calentamiento del cuerpo fuera de lo normal) y la deshidratación, pueden ser fatales. El tratamiento al abuso de alcohol debe incluir la reposición de líquidos, la corrección de los trastornos electrolíticos asociados y la prescripción de fármacos con efecto sedante (Diamond, 1994).

Trastorno por consumo de alcohol

El trastorno por consumo de alcohol define el consumo excesivo y recurrente de alcohol, a pesar de las consecuencias económicas, sociales y de salud que conlleva. Las personas con este trastorno tienen poca capacidad para dejar o disminuir la ingesta de bebidas alcohólicas.

Las personas con trastorno por consumo de alcohol ansían beber desesperadamente (craving) y pueden llegar a desarrollar tolerancia a sus efectos, o bien, síndrome de abstinencia. En este último caso, y al dejar de beber, aparecen signos neurológicos de abstinencia: manifestación evidente de la dependencia física al alcohol.

El alcohol es la sustancia psicoactiva de más consumo en el mundo y a todas las edades. Su metabolización se realiza principalmente en el hígado, a través de la oxidación. Primero se transforma en acetaldehído y luego en ácido acético.

Las bebidas con etanol (“alcohólicas”) tienen un alto efecto depresor y de toxicidad, con lo que las consecuencias suelen ser fatales para las personas con trastorno por consumo de alcohol: deterioro físico-cognitivo y aislamiento social.

El DSM-V (APA, 2014) integra en un único trastorno (trastorno por consumo de alcohol), los dos trastornos que recogía el DSM-IV: el abuso del alcohol y la dependencia del alcohol.  El DSM-V clasifica el trastorno por consumo de alcohol en tres grandes grupos, según su gravedad: leve, moderado o severo.

Diagnóstico del Trastorno por Consumo de Alcohol

El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, quinta edición (DSM-5) considera que se puede diagnosticar el trastorno por consumo de alcohol si los pacientes presentan deterioro o malestar clínicamente significativo por la presencia de al menos 2 de los siguientes síntomas durante un período de 12 meses:

Estudios científicos evidencian rasgos de personalidad comunes en los pacientes que sufren trastorno por consumo de alcohol: sentimientos de aislamiento, soledad, timidez, depresión, dependencia, impulsividad hostil y autodestructiva e inmadurez sexual.

El patrón no adaptativo de este trastorno suele iniciarse con la voluntad de beber para conseguir un estado de bienestar que con el tiempo se querrá repetir, y con la intención que perdure más. Las consecuencias del trastorno por consumo de alcohol puede

Tratamiento del trastorno por consumo de consumo de alcohol

Entre los fármacos más efectivos para dejar de beber se encuentra el Disulfiram (Antabus) que inhibe el aldehído deshidrogenasa y se receta a los pacientes con alcoholismo para desalentarles a beber. Los pacientes que sean tratados con este inhibidor y beban alcohol presentarán un «síndrome del acetaldehído» más grave, caracterizado por palpitaciones intensas, dolor de cabeza palpitante, náuseas y vómitos. El uso del Disulfiram disuade de beber, pero no cura el alcoholismo. Existen otros fármacos destinados a dejar de consumir alcohol, como la naltrexona, el acamprosato, etc. Para que el cese en el consumo de alcohol sea un éxito, es necesario que el paciente reciba tratamiento médico con fármacos, terapia psicológica y el apoyo de sus familiares y entorno más próximo.

El consumo abusivo causa problemas de salud importantes, pero también graves problemas sociales, legales, domésticos, laborales y económicos. Por la afectación mundial de este trastorno y por las graves consecuencias en salud pública y sociales que conlleva, la Organización Mundial de la Salud (WHO, 2018) recomienda poner en práctica políticas municipales para reducir los accidentes de tráfico relacionados con el consumo de alcohol (23,24%), supervisar el precio y la disponibilidad de la compra de alcohol, informar y educar a la población y mejorar el tratamiento sanitario de las personas dependientes.

Según el Plan Nacional Sobre Drogas (Donat, 2020), en el Estado español se produjeron cada año, entre 2010-2017, 15.489 defunciones –en mayores de 15 años-, atribuidas al consumo de alcohol. El 73,8% de las personas fallecidas por este motivo fueron hombres y un 55,7% fueron muertes prematuras (antes de los 75 años). Durante este período, el alcohol ocasionó un 4% de la mortalidad general (5,4% en hombres y un 2,3% en mujeres). Las causas de mortalidad más frecuentes fueron el cáncer, las enfermedades circulatorias, digestivas y causas externas que incluyen tanto las lesiones no intencionales como las autoinfligidas (suicidio) y las violentas (homicidio) (Donat, 2020).

La alta prevalencia en el consumo de alcohol lo convierte en el primer factor de riesgo en mortalidad y discapacidad entre la población española de 15 a 49 años.

La estimación poblacional de la mortalidad y la carga de enfermedad atribuible al consumo de alcohol permite estimar los costes sociales y el impacto global del consumo de alcohol en la calidad de vida de las personas. Estos indicadores son, por otra parte, esenciales para determinar prioridades, asignar recursos en salud pública, y evaluar las políticas relacionadas con el alcohol. En 2012, un 5,9% de las muertes en todo el mundo tuvieron al alcohol como factor causante (13,3% en Europa) y supuso un 5,1% de la carga global de enfermedad a nivel mundial (7,5% en Europa). Según el último informe 2001-2017 del Plan Nacional Sobre Drogas (Donat, 2020), el alcohol fue el primer factor de riesgo, entre la población de 15-49 años, causando un 12,2% de las muertes y un 8,9% de discapacidad (AVPAD = años potenciales de vida perdidos ajustados por discapacidad) en hombres y un 3,8% de las muertes y un 2,3% de AVPAD en mujeres. Las causas más frecuentes de muerte atribuibles al alcohol en este grupo de edad (15-49 años) fueron la tuberculosis, los accidentes de tráfico y el daño autoinfligido. Para la población de 50 años y más, el cáncer supuso la principal causa de muerte atribuible al alcohol (Donat, 2020).

Atendiendo que el consumo de bebidas alcohólicas es una costumbre social muy extendida en nuestro país y que es necesario reducir su prevalencia, en los últimos años se están desarrollando estrategias comunitarias para reducir el consumo en el conjunto de la población. El índice de mortalidad y la carga de enfermedad atribuible al alcohol permiten estimar los costes sociales y el impacto global de dicho consumo en la calidad de vida de las personas. Ambos indicadores son imprescindibles para el diseño y puesta en práctica de políticas de salud pública.

La Agencia de Salud Pública de Barcelona constata en su último informe publicado en el 2020 – sobre prevención del alcoholismo- (ASPB, 2020), que la intervención comunitaria efectuada en la ciudad, a través de la implementación de políticas públicas comunitarias de prevención y reducción de los daños causados por el alcohol, han dado muy buenos resultados. Entre las intervenciones más efectivas para disminuir la carga de enfermedad que supone el abuso por alcohol destacan: políticas de precios e impuestos, restricción del acceso al alcohol, limitación de la publicidad y el patrocinio, control del consumo durante la conducción de vehículos, medidas educativas y persuasivas -incluyendo a los profesionales sanitarios-, amplia disponibilidad y acceso a tratamientos para los trastornos por consumo de alcohol.

Plan Nacional Sobre Drogas

El Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) señala como fundamental disminuir la prevalencia de consumo excesivo de alcohol, porque tres de cada cuatro muertes atribuibles a alcohol se relacionan con este tipo de consumo. Para alcanzar este objetivo es necesario desarrollar estrategias efectivas de largo alcance dirigidas a disminuir el consumo en el conjunto de la población, no sólo entre los bebedores excesivos. En el diseño de estas estrategias se deberá tener en cuenta que el riesgo de mortalidad atribuible a alcohol es 3-4 veces más elevado en hombres que en mujeres y que el descenso ha sido mucho más importante en los menores de 55 que en los mayores de esta edad y que este descenso ha estado muy ligado a la disminución del consumo excesivo. El riesgo de muerte atribuible al consumo ligero/moderado de alcohol en mayores de 75 años se cree que podría haber aumentado. Por ello, las estrategias preventivas deben orientarse a reducir también la cantidad de alcohol consumido a lo largo de la vida entre las personas con consumo de alcohol ligero o moderado, no sólo en los casos de alcoholismo grave (Donat, 2020).

¿Todas personas que consumen alcohol de manera patológica lo muestran igual?

No, hay varios tipos de alcoholismo o de trastorno por consumo de alcohol. Existen muchas clasificaciones diferentes, pero explicaremos la de Jellinek (6):

Este autor clasifica a los bebedores y a los alcohólicos en cinco grupos distintos, con el fin de indicar los problemas sociales y terapéuticos propios de cada grupo.

1. Bebedores tipo Alpha: estas personas realizan un consumo exagerado y excesivo para mitigar o paliar los efectos de una enfermedad mental o médica. En estos bebedores no hay una verdadera dependencia, por lo que estas personas no entrarían dentro del concepto de alcoholismo.

2. Bebedores tipo Beta: estas personas no presentan una verdadera dependencia física ni psicológica; por lo tanto, la suspensión del tóxico no origina un síndrome de abstinencia. Aunque bien es cierto que presentan repercusiones orgánicas del hábito y complicaciones como polineuropatías, gastritis o cirrosis. Este tipo de alcoholismo puede derivar en gamma o delta y presenta un deterioro general de la salud y una reducción de la esperanza de vida. 

3. Bebedores tipo Gamma: estas personas sí tienen una verdadera adicción, manifestando una clara pérdida de control ante la bebidacraving , tolerancia al alcohol y adaptación a sus metabolitos. Dentro de este grupo se encontrarían los sujetos alcohólicos crónicos Este es el tipo de trastorno por consumo de alcohol del que más conciencia social se tiene y con el que muchas personas se comparan para considerar que ellos no tienen ningún problema.

4. Bebedores tipo Delta: estas personas también tienen una adicción al alcohol, no son capaces de mantener una abstinencia al alcohol, pero cuando consumen, no presentan una pérdida de control ante la bebida. Es decir, necesitan el consumo regular, pero sin llegar a intoxicarse.

5. Bebedores tipo Epsilon o alcoholismo periódico: este tipo de alcoholismo es el que presentan aquellas personas que pierden el control y presentan muchos trastornos de conducta. Consumen de manera esporádica, con largos períodos sin consumir, pero cada vez que consumen tienen alteraciones.

Bibliografía

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