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Ha llegado el verano, y con él la playa, las terrazas, las cenas, el aumento de la vida social por todos esos meses pasados de encierro. ¿Y eso qué conlleva? El desorden en las comidas, en las rutinas, elegir entre gimnasio o terraza, entre ir a correr o ir a cenar… llega el momento en el que en muchos casos las inseguridades en torno al físico y al cuerpo salen a la luz.

No ir a las cenas o llegar cuando están con el postre, ir a las barbacoas cuando ya están con el café, ir a cenar y dedicarte a remolonear con la comida en el plato en vez de comer. Y todo ello mientras piensas que deberías estar más delgado/a, que deberías haber hecho más ejercicio, que no has dado lo mejor de ti, mientras te comparas con todas las personas que hay en ese momento: que si más altos, que si más delgados, que si más fuertes, que si más simpáticos…

Y así, con todas estas cosas en la cabeza se te pasa la cena, la barbacoa o el evento y no has conseguido disfrutar de nada, ni de la comida, ni del ambiente ni de la compañía.

¿Cuántas veces nos hemos comparado con los demás? ¿Cuántas horas perdemos pensando en lo que deberíamos haber hecho? ¿en lo bien que están los demás comparándose con nosotros?

Y sin embargo, no sabemos cuál es el proceso vital que está viviendo esa otra persona. Cada uno de nosotros somos único y solamente podemos compararnos con nosotros mismos en otro momento de nuestras vidas. Somos nuestro único referente para las comparaciones, pues al igual que no se puede comparar una piedra con un melón, tampoco se pueden comparar dos personas. Las circunstancias y las vivencias de cada uno son muy personales y no están a flor de piel. Al igual que nosotros en la barbacoa aparentamos estar muy bien y centrados en la comida y en la conversación en vez de en nuestros pensamientos, las otras personas pueden estar pasando perfectamente por un proceso similar.

Nuestro cerebro interpreta todo lo que ocurre a nuestro alrededor y en muchos casos tenemos la tendencia a caer en los pensamientos negativos autodestructivosque nos llevan a que nuestra autoestima se vea cada día más minada y deteriorada. Estos pensamientos negativos nos destruyen poco a poco y pueden dar lugar a trastornos de la conducta alimentaria, trastornos del sueño o trastornos de ansiedad.

Lo importante es ser capaces de identificar estos pensamientos, pues si los reconocemos podemos analizarlos y entonces veremos que en la gran mayoría de los casos son irraciones y desproporcionados.

Pero, ¿cuáles son los principales pensamientos negativos?

Según John Paul Flintoff, el autor del libro Cómo cambiar el mundo los 10 pensamientos negativos más frecuentes y que todos podemos tener en algún momento de nuestra vda son:

  1. Pensar sólo en blanco y negro

Sin término intermedio, los pensamientos dicotómicos nos llevan a encasillarnos en posturas muy opuestas; hay que ser flexible y estar abierto a los cambios y los imprevistos.

  1. Leer la mente de otras personas

Nos ponemos en el lugar de los demás y pensamos que piensan cosas malas de nosotros, a menudo sin fundamento: “soy antipático, creen que no soy gracioso…”.

  1. Adivinar el futuro

Nos ponemos trabas a nosotros mismos, pensamos que no vale la pena intentarlo porque no saldrá bien o no lo conseguiremos, lo que nos ancla a seguir en el mismo punto en el que estamos.

  1. Generalizar

Este pensamiento negativo está muy extendido en la población general, la exageración y la generalización son pensamientos muy frecuentes. Cada oportunidad es única, cada momento es único… puede ser que vuelva a pasar lo mismo que otras veces, pero también cabe la posibilidad de que no.

  1. Minimizar las cosas positivas

Nos hundimos cuando las cosas salen mal, pero cuando salen bien no nos paramos a recompensarnos o a pensar que lo hemos hecho bien, simplemente porque es “lo que tocaba” o porque “lo habíamos preparado mucho”.

  1. Dramatizar

Todos hemos caído más de una vez en la victimización y dramatización de algún suceso cotidiano.

  1. Tener expectativas poco realistas

Las expectativas son muy peligrosas, tanto cuando se tienen altas como cuando se tienen bajas. Tenemos que saber cuál es nuestro límite y nuestras capacidades y adaptarlas a nosotros, no al revés.

  1. Insultar, a nosotros mismos y al resto

Cuanto más repitamos una descalificación, más nos la creeremos, ya sea para nosotros mismos o para los demás.

  1. Autoculparse

Cuando nuestro autoestima no está bien tenemos tendencia a echarnos la culpa de todo, a pensar que las demás personas están distantes porque hemos hecho algo mal, a pensar que todo lo que pasa a nuestro alrededor es consecuencia de nuestros actos o palabras.

  1. Ser catastrofista

Cuando nos sentimos mal pensamos que todo nos va a ir mal, y al final, consecuencia de esos pensamientos nuestras acciones estarán influenciadas por ellos y, efectivamente, todo irá mal. Nunca debemos olvidar que la mente positiva tiene un poder muy grande.

Por todo ello, debemos ser capaces de identificar estos pensamientos negativos autodestructivos que nos hacen pequeños, nos minan, disminuyen nuestro autoestima y pueden hacer que perdamos el sueño e incluso en ocasiones la alegría de vivir. Si somos capaces de identificarlos, seremos capaces de trabajar sobre ellos con la ayuda de un profesional.

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