¿Qué se considera anormal?
El debate científico entre qué se considera normal y anormal en medicina, en psiquiatría o en psicología resulta apasionante e inconcluso. Los profesionales que trabajan en el ámbito de la psiquiatría manejan (desde hace dos siglos) los síntomas mentales concibiéndolos como normales o patológicos (y, por lo tanto, susceptibles de tratamiento) con un sorprendente grado de consenso y, sin embargo, carecen de una norma aceptada unánimemente que les ayude a determinar tal distinción.
Puede entenderse la anormalidad como resultado de:
- Desventaja biológica para quien la sufre: bajo la óptica evolucionista, la presencia de síntomas o enfermedades mentales tiene como consecuencia una desventaja biológica (mayor mortalidad, menor índice de natalidad); sin embargo, pacientes con ciertos trastornos de la personalidad pueden presentar un aumento paradójico en el índice de la natalidad.
- Presencia de una lesión o disfunción de la fisiología humana: la mayoría de los síntomas mentales siguen sin poder asociarse a una función o área cerebral específica.
- Desviación estadística del conjunto de comportamientos y vivencias habituales en la inmensa mayoría de las personas: la mayor parte de los síntomas mentales son infrecuentes en el conjunto de la población, por sus características (alucinaciones) o por su intensidad (euforia desbordante en un episodio maníaco); sin embargo, no toda conducta o fenómeno que se escapa de la norma estadística puede ser considerado anormal (inteligencia superdotada, ciertos hábitos sexuales, ideas revolucionarias).
- Desviación del conjunto de creencias y conductas aceptadas por la sociedad; sin embargo, no toda creencia o conducta extraña para la sociedad puede ser considerada como patológica. Este hecho resulta crucial a la hora de evitar posibles abusos fruto de la instrumentalización partidista de las ciencias de la salud mental (Scharfetter) (1).
¿Qué conlleva esto?
Desde el punto de vista práctico (2), los conceptos anteriores se materializan, a su vez, en algunas de estas características:
- Exposición al tratamiento psiquiátrico.
- Mala adaptación social.
- Diagnóstico psiquiátrico.
- Malestar subjetivo.
- Síntomas psicopatológicos objetivos.
- Fracaso en alcanzar una autonomía personal.
Para algunos autores el concepto de salud mental se contrapone al de enfermedad mental, si bien, no siempre la ausencia de enfermedad mental es criterio suficiente para poder catalogar a una persona como mentalmente sana.
Resulta preferible hablar de salud mental positiva, expresada como un estado de bienestar psíquico que, si concurre con una ausencia total de signos psicopatológicos o de alteraciones morfofuncionales, puede catalogarse de salud absoluta, y reservar el término salud relativa para referirse a aquel estado de equilibrio dinámico que incluye los estados transitorios de enfermedad (3).
Referencias:
- Scharfetter Ch. Con respecto a la problemática del normal, sano, anormal, enfermo. En: Scharfetter Ch. Introducción a la psicopatología general. 2ª ed. Madrid: Ediciones Morata; 1988. p. 35-54.
- Luque R, Villagrán JM. Conceptos de salud y enfermedad en psicopatología. En: Luque R, Villagrán JM, eds. Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias. 2ª ed. Madrid: Trotta; 2000. p. 19-33.
- Segarra R, Eguíluz I. Psicopatología descriptiva. En: Palomo T, Jiménez-Arriero MA, eds. Manual de psiquiatría. 1ª ed. Madrid: Grupo ENE Publicidad S.A.; 2009. p. 171-